Cuando todo lo demás falla, los defensores de la riqueza extrema recurren a un argumento definitivo: la desigualdad es una distracción. El verdadero problema, dicen, es la pobreza, no la fortuna de los multimillonarios. ¿Por qué preocuparse por lo que tienen unos, mientras otros tienen suficiente?
Se trata de un peligroso juego de manos. La desigualdad extrema no solo coexiste con la pobreza, sino que la perpetúa. Cuando la riqueza se concentra en manos de unos pocos, distorsiona las prioridades políticas, socava los servicios públicos y acapara recursos que podrían utilizarse para el beneficio colectivo. Esto es exactamente lo que muestra la Ley One Big Beautiful Bill . El problema no es solo que los multimillonarios tengan más, sino que su riqueza les da la influencia para mantenerlo así.
Además, los datos son inequívocos: las investigaciones han demostrado que la desigualdad corroe todos los ámbitos del bienestar social. Las sociedades más desiguales sufren peores resultados en materia de salud, mayores índices de criminalidad, menores niveles de rendimiento educativo y una desconfianza política más profunda. No se trata de efectos secundarios, sino de consecuencias estructurales de permitir que los ricos se alejen tanto del resto de la sociedad.
Reducir la pobreza es esencial. Pero pretender que la desigualdad no importa es una confusión diseñada para proteger a quienes más se benefician del statu quo. Si queremos una democracia sana, debemos preocuparnos no solo por lo poco que tienen algunos, sino también por lo mucho que acumulan otros.
Abolir a los multimillonarios no es envidiar su riqueza, como afirman algunos, sino reequilibrar el poder. Como dijo el juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis: «Podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas cosas».
Debemos dejar de tratar a los multimillonarios como salvadores y empezar a verlos como lo que son: productos de sistemas fallidos, símbolos de un fracaso moral en la distribución de oportunidades y agentes de la captura oligárquica. El comentario de Mamdani fue un atisbo de un futuro más sensato. Debemos prestarle atención.
Christopher Marquis (Jacobin)
La ley "One Big Beautiful Bill" en español se refiere a un proyecto de ley de reconciliación presupuestaria que, según sus críticos, realiza cambios radicales en el sistema de inmigración de EE. UU. y recorta beneficios sociales como Medicaid y asistencia alimentaria. El proyecto también incluye recortes de impuestos para los más ricos y podría tener un impacto negativo en la economía y en la vida de los estadounidenses. En detalle, estos son algunos de los puntos de esta ley:
Cambios en inmigración: La ley afecta la aplicación de la ley, la autorización de trabajo, las tarifas de solicitud y el acceso a servicios como SNAP y atención médica para inmigrantes.
Recortes a programas sociales: Se proponen recortes a Medicaid, lo que resultaría en la pérdida de cobertura para muchas personas.
Impacto en la asistencia alimentaria: Se eliminaría la asistencia alimentaria para millones de personas, trasladando los costos a los estados y afectando a padres, veteranos, personas sin hogar y niños.
Aumento de costos y pérdida de empleos: Se prevé un aumento en las facturas de servicios públicos y la pérdida de empleos bien remunerados en el sector energético.
Efectos económicos: Se espera que la ley aumente la deuda pública y frene el crecimiento económico a largo plazo, además de aumentar las tasas de interés.
Críticas: Los críticos señalan que la ley beneficiaría a los más ricos con exenciones fiscales mientras perjudica a los más vulnerables con recortes y mayores costos.
En resumen, la ley "One Big Beautiful Bill" es un proyecto de ley controversial que busca realizar cambios significativos en varios aspectos del sistema estadounidense, con efectos potencialmente negativos para los inmigrantes, los beneficiarios de programas sociales y la economía en general, según algunos analistas.
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