El pasado 1 de julio, el Monasterio de Montserrat emitía un comunicado en el que informaba de que habían tenido conocimiento de la interposición de una denuncia, ante los Mossos d’Esquadra, contra el monje Gabriel S. por abusos sexuales cometidos en el año 2019 contra un menor que en aquel momento contaba con 17 años. Y anunciaba que el abad Josep Maria Soler ha prohibido al religioso de manera absoluta ejercer su ministerio, así como realizar cualquier actividad pastoral y tener contacto con menores.
Igualmente, se notificaba la activación de los protocolos canónicos, su remisión a la Santa Sede y se resaltaba la disponibilidad de la abadía para con las autoridades policiales y judiciales, sin que ello supusiese merma del derecho a la presunción de inocencia del denunciado.
La que pende sobre Gabriel S. es la primera denuncia sobre un presunto abuso en este monasterio que no está prescrito por ley y, por lo tanto, en esta ocasión acabará judicializado. Pero no es un caso aislado, llueve sobre mojado en la abadía de Montserrat. A finales del año 2000, EL MUNDO y otros diarios publicaron una serie de informaciones respecto a la existencia de un lobby gay en el cenobio benedictino, que había formado un subgrupo de poder en la comunidad monástica, el cual provocó la destitución de los dos últimos abades, Cassiá M. Just y Sebastià Bardolet.
Esas informaciones cayeron como una auténtica bomba y la inmensa mayoría de políticos y medios de comunicación catalanes salieron en defensa del supuesto honor mancillado de la comunidad de monjes. El primero en alzar la voz, el entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que se desplazó a Montserrat para solidarizarse con el Abad Soler. Este último llegó a declarar en La Vanguardia: «Nos suena a montaje y han causado un grave daño a la comunidad»; para terminar con el típico envoltorio: “Yo veo en los hechos de estos días la voluntad de desprestigiar los valores evangélicos, la propia Iglesia como institución, Catalunya e incluso las bases éticas de la sociedad”.
Transcurridos 18 años salió a la luz pública que el monje Andreu Soler (fallecido en 2008) había abusado de un chico de 15 años. La propia víctima manifestó que el abad había pretendido comprar su silencio en el año 2003 (tan sólo tres años después del supuesto montaje). El precio: 8.600 euros; 7.200 para el joven y 1.400 para su abogado. Pero la víctima les salió respondona y en el año 2015 anunció que iba a denunciar el caso y devolvió el dinero recibido.
Durante todo este tiempo, el abad Soler no inició un proceso canónico contra el religioso, contraviniendo las instrucciones que había promulgado la Santa Sede en 2001. Además, la editorial de la Abadía publicó en 2007 un libro del monje titulado L’escoltisme i Montserrat, que venía prologado por Jordi Pujol con estas premonitorias palabras: “La lectura de este libro me ha rejuvenecido y me ha hecho sentir alegría. ¿Por qué? Porque he visto que siguen vivos un montón de valores y de actitudes muy positivos”.
Cuando en 2019 trascendió en la prensa la denuncia de Hurtado, el abad Soler afirmó que se trataba de un caso aislado. Posteriormente, hizo público el informe de la comisión investigadora que había localizado a 12 víctimas del hermano Andreu Soler, llegando a la conclusión de que el comportamiento de dicho fraile, al menos entre los años 1972 y 1999, “fue el de un auténtico depredador sexual”. Sin embargo, ese mismo año 2019 se sumó otra denuncia contra un monje por haber abusado presuntamente de un menor.
El denunciado es un religioso muy joven, Gabriel S., que cursó estudios de Ciencias Políticas en la Universidad de Barcelona, se licenció en Historia Eclesiástica, ingresó como novicio en el año 2006, hizo la profesión solemne en 2010 y se ordenó diácono en 2017. El monje participó en una serie de entrevistas audiovisuales tituladas Joves amb IVA. Las siglas IVA se referían a Ideas, Valores, Actitudes y el vídeo se emitía por el Centre d’Estudis Jordi Pujol. Ese vídeo, registrado en el año 2011, sigue estando accesible en la red.
El hoy denunciado explica en la grabación su deseo de cambiar la sociedad desde una vocación espiritual e incluso llega a defender su opción por la vida religiosa frente «a los desastres personales» de muchos individuos sin valores ni actitudes.
Tanto en el 2000, con la denuncia al monje Soler, como en 2019 ante las acusaciones contra Gabriel S., Pujol y su Centro de Estudios salieron en defensa, de forma más directa o velada, de “los valores” de la Abadía de Montserrat.
Fuente: Oriol Trillas (El mundo)
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